*De la mano de Elizabeth Cortázar, un proyecto de libros viejos, que siguen pasando de mano en mano, una forma de compartir lecturas en el puerto de Veracruz, donde las librerías son escasas
Gisela Uscanga
Veracruz, Ver.- Las amarillentas hojas de los antiguos libros resisten con valor el paso del tiempo. Las historias que contienen de origen, se mezclan con aquellas que fueron sobrescritas con lapicero o lápiz y también con pequeñas migajas de pasajes en la vida de personas.
Esos libros viejos, más no en desuso, siguen pasando de mano en mano gracias a un proyecto llamado la Maleta Literaria, una forma de compartir lecturas en el puerto de Veracruz, donde las librerías son escasas.
Autores de todas las nacionalidades y obras que van desde los trillers hasta las novelas amorosas a bajos costos, pero también obsequiadas para poder difundir a todos los rincones las letras que alimentan el alma.
En la Maleta Literaria no sólo un libro que cuenta la historia de un escritor, sino también la historia de quienes lo leyeron, hojas con anotaciones, párrafos subrayados, recordatorios, boletos del camión, hojas disecadas, correos electrónicos e incluso, números telefónicos.
El amor a los libros llevó a Elizabeth Cortázar Luna a ser una promotora incansable de la lectura y ponerle alas a los libros. Tras concluir sus estudios en la facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Veracruzana (UV) decidió trabajar en una librería.
Como testigo directo de las vicisitudes que viven los escritores para publicar sus obras, propuso iniciar una editorial que facilitara publicarles. Y así nació Amarres Literarios, sin embargo el proyecto no se concretó.
Tenaz en su propósito, Elizabeth no desistió y en 2021, con apoyo de la Fundación Cultural Reeduca México, emprendió junto con su amiga Abigail Morales, la Maleta Literaria, un proyecto que consistió en ir de manera casi religiosa viernes y sábados al mítico Callejón de la Lagunilla, a tender libros en el suelo de segunda mano y precios módicos.
El virus por Covid-19 amenazó su proyecto. El aislamiento impuesto a la población por la emergencia sanitaria, provocó que la gente dejara de asistir al Callejón; así que rentó un modesto local en la Avenida Xalapa equina Victoria del Centro Histórico, donde actualmente oferta libros usados.
Anécdotas acumuladas por doquier.
“Nos donaron un libro del escritor veracruzano José Vicente Melo y en su hoja interior se leía la dedicatoria de puño y letra a una doctora, entonces ese libro cobró más valor”, narró con alegría.
En otra ocasión, prosiguió, llegó a Maleta Literaria un escritor a comprar un libro de su propia autoría (Nosotros los ignorantes que hacemos la guerra, una conversación entre Zapata y Villa), pues debido a que se agotaron, no se quedó con ninguno.
“Llegó a Maleta a comprar su propio libro, pero hasta pena me dio cobrárselo (se ríe de manera franca); o el reciente libro que llegó de Albert Camus, La Peste, que tenía una anotación de que ahora estábamos viviendo la misma situación que vivió Camus y como se repetía esa misma historia a tantos años”, recordó complacida.
Y como la imaginación no tiene límites, Elizabeth echó andar una idea más, poner alas a los libros. Cada viernes, Libros con Alas, saca una caja a la puerta de la librería con libros, para que la gente que pase por allí tome un libro y se lo lleve a su casa.
“La gente no puede creer que regalemos libros, pero así es. El único fin es hacer llegar libros de segunda mano a estudiantes, amas de casa, chicos raperos que cantan en los autobuses, obreros, trabajadores del volante, vendedores ambulantes; por eso exhortamos a que nos donen libros, que no los tiren, pues hay mucha gente que sí lee”, expresó orgullosa.
Cortázar Lara se siente orgullosa de sus proyectos, pues desde hace un año fue considera a participar en la feria que anualmente realiza el IVEC, así como otros espacios en universidades privadas y públicas del puerto de Veracruz.
“Tanto Maleta Literaria como Libros con Alas son también itinerantes, solo se requiere el apoyo del Ayuntamiento un espacio para exponer los libros y así contribuir a que más personas consuman historias, que un libro usado tenga un nuevo hogar”, dice orgullosa.